
Por: Alexandro Guerrero
“Co relatos” concluye la entrevista exclusiva con María Elena Olivares para “Transformación Noticias “en el marco del aniversario 65 de su trayectoria (y a modo de homenaje) en los escenarios, el cine y la televisión. Con un número que alcanza las 50 puestas en escena, 30 películas y una sólida trayectoria en televisión con decenas de telenovelas y programas unitarios.
A.G. ¿Nunca has pensado en dirigir o en ser maestra de actuación?
M.E.- Voy a serte muy sincera. No. En la ANDA me propusieron que diera unos cursos, pero a mí lo que me interesa es actuar. Vivir los personajes. Nunca me ha llamado la atención la docencia. Y respecto a dirigir, creo que hay muchos que lo hacen mucho mejor que como yo lo haría. Yo lo que quiero es que me dejen vivir la ficción. Eso es mi alimento espiritual.
A.G. ¿Cómo te sientes en este momento respecto a estos 65 años de trayectoria?
M.E.- Me siento satisfecha, pero con una gran hambre de seguir por largo tiempo en el escenario. O sea que no concibo una vida lejos de él. Siempre voy a la caza de nuevos proyectos. Me encanta que los dramaturgos escriban personajes para mí en sus obras, me hace muy feliz. Por ejemplo, ahora durante la pandemia, la talentosa dramaturga Mariana HartaSánchez me hizo el gran honor de escribir especialmente para mí la obra La poeta que subió a la Torre Eiffel por lo que le estoy muy agradecida. Este monólogo lo he estado presentando virtualmente en funciones privadas y lo sometí a la Convocatoria de la UNAM de teatro por video.

-¿Algo que añadir María Elena?
Ahora déjame comentarte que hasta mi vida sentimental está ligada al teatro. Al padre de mi hijo lo conocí en el teatro como actor y trabajamos juntos en varias obras bajo la dirección del maestro Roberto Baillet.
Me casé, tuve a mi pequeño y en cuanto él tuvo tres años empecé a llevarlo al teatro a presenciar mis obras y mis ensayos. En cierta ocasión lo llevé a ver a “Los Mascarones” en un espectáculo de Calaveras en el bosque de Chapultepec, le encantó. Me comentó: ˜Esas calaveritas son un poco groseritas”.
Me gustaría compartir también una anécdota de cuando me presenté en la obra “El Crucificado” de Carlos Solórzano en CLETA, en Sullivan, con Enrique Ballesté como director y actor y los hermanos Enrique y Luis Cisneros y muchos otros como actores, allá por 1974. Yo representaba el personaje de María. Mi pequeño me acompañaba a los ensayos y posteriormente a las funciones y un día lo detuvieron porque estaba a punto de darles de ligazos con su resortera a los actores y la razón era que quería castigarlos “por maltratar a Jesús, el hijo de su mamá”.
Mi actividad política inició siendo muy joven y también está ligada al teatro ya que, al ver una actuación de los Mascarones dirigida por Mariano Leyva y ver su mensaje revolucionario y combativo quise incorporarme al grupo, pero Mariano Leyva (quien me cautivó por sus ideas revolucionarias y su trabajo actoral y de dirección en Los Mascarones) me dijo que ellos vivían en una comuna y como yo no podía unirme a ellos en la comuna, me aconsejó que contactara al grupo de CLETA y así fue como llegué con los hermanos Cisneros.
Enseguida empezamos a trabajar en el proyecto de El Crucificado, en el cual al final dábamos un mensaje de rebeldía, ya que María incitaba al pueblo a la lucha y pedía no permanecer pasivos ante la opresión. Al terminar la temporada de El Crucificado asistimos al Encuentro de Teatro Chicano que se celebró aquí en la Ciudad de México.
En Julio de 1960, formando parte del Comité Coordinador Femenino para la Defensa de la Patria, cuya Secretaria General era la Profa. Ma. Efraína Rocha, una luchadora social que junto con otras mujeres progresistas promovió el voto femenino en México, asistí a mi primer Congreso Internacional celebrado en Copenhague, donde hice una exposición de la Mujer en el Arte. Durante ese viaje visité varios centros de trabajo en Polonia, Checoslovaquia y Rumanía y por ser actriz me llevaron a las Universidades donde se impartía la Carrera de Actuación y en los tres países tuve la fortuna de que me ofrecieran beca, pero debía quedarme ya en el país, pues el año escolar estaba a punto de iniciar, ya que estábamos en agosto. Quedé de regresar, pero por azares del destino no lo hice.
Si hubiera aceptado y me hubiera quedado, mi carrera actoral hubiera sido muy diferente y tal vez, se habría desarrollado gran parte en Europa, pero no me arrepiento, porque si esto hubiera sucedido no hubiera tenido a mi hijo Axayácatl que es mi orgullo y mi alegría.
Posteriormente en 1963, si mal no recuerdo, asistí con la misma organización femenil, al primer Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas celebrado en La Habana, donde tuve el privilegio de conocer personalmente a Fidel Castro y al Che Guevara. Posteriormente asistí a otro congreso femenil en Helsinki.
En Cuba hice contacto con algunas maestras de las Escuelas de Capacitación para Instructores de Arte, los cuales, al terminar sus estudios, eran enviados a las montañas a llevar el arte a los más alejados rincones de la isla, con dichas maestras conservé la amistad y el contacto por muchos años.
En 1969/70, fui invitada por la Federación de Mujeres Cubanas, a un recorrido por la Isla, viaje al que me acompañó mi pequeño Axayácatl, quien considera a Cuba como su segunda patria.
Recientemente, en 2018, David Psalmon me invitó a trabajar en Los Náufragos, obra de Guillermo León que critica al capitalismo. Con el Colectivo “Teatro sin Paredes” percisamente, en 2019 inicié un taller de Teatro Fórum en el que se hacen presentaciones con problemas de violencia, aún cuando no sea física. Se hace una primera actuación en la que se presenta el problema y luego se pide al público a señalar en dónde vieron signos de violencia y se les invita a sugerir como trabajar esa violencia: si agregando un personaje a la escena (invitándolos a que ellos actúen) o cambiando la actitud de uno de ellos. Es un experimento muy interesante, resulta en una concientización del pueblo para que una ama de casa, o una hija, o una nieta, se dé cuenta que la están violentando y no lo tome como algo natural o resultado de la abnegación.
A.G.- Así concluye la tercera parte de esta serie a modo de homenaje a una actriz inclaudicable, quien de manera ficticia hace muchos años fuera mi madre en un comercial de televisión dirigido por Alejandro Gamboa y que desde entonces no ha dejado de ser un apoyo, una inspiración muy importante incluso en los momentos más difíciles. Tenerla en cada estreno y en cada proyecto además de como espectadora, como creadora y actriz es un honor y un gran privilegio siempre, que en su legado a las futuras generaciones de quienes hacemos el teatro nos siga brindando convicción, generosidad, libertad y honestidad en la escena. Parafraseando a Brecht: “una imprescindible”, sin duda.