
POR SÓCRATES A. CAMPOS LEMUS.
YA HAN PASADO MUCHOS DÍAS DE ENCIERRO, en los montes y valles de Oaxaca hay sentimientos encontrados: Tristeza y llanto acompañando los suspiros y los ensueños de madres, mujeres e hijas esperando a sus hombres que salieron al Norte y no llegan ni mandan, el que manden o no dinero no les interesa, quieren verlos y estrecharlos, quieren sentir sus latidos y sus suspiros, y las madres sufren pero entienden de los tiempos, y al final, siempre, las madres en los campos pues saben esperar, tienen la paciencia como se van consumiendo las velas de la iglesia o se montan los rezos y las peticiones y milagritos a los santos y virgencitas que siempre acompañan en las casas y en las iglesias.
Otros “mojados” pues pudieron llegar, traen todavía algunos “verdes” y los dan a sus esposas y madres para que ellas administren, en el campo las mujeres son las que administran, ellas saben cómo van gastando para el maíz, el frijol, el arroz, las sopas de pasta, el jitomate, las cebollas, las gallinas y los huevos, ellas son las que ponen el nixtamal a cocer por horas en los fogones de leña y le agregan la cal viva para quitarles los “pellejos” y dejar los granos lavados y blancos o amarillos o de los colores del bendito maíz y lo muelen en el metate, una o dos o tres pasadas y tortean mojando sus manos y tirando las tortillas al comal de lámina o de barro y encalados para que se vean mejor, para que no se peguen y se abomben las tortillas y se lleven a la boca con un gran sabor. Las madres y los hijos están contentos, preguntan a cada rato sobre lo que fueron pasando, de las cosas chistosas allá con los gringos y sus curiosidades o maldades y perversidades, platican de los que se quedaron de los compañeros en los campos y las granjas y los tiraderos o en los restaurantes o en los jardines y de los viajes largos, muy largos por las carreteras que llevan números y finales de campos y fábricas y ciudades y trocas y migras y el miedo. En fin, hay historias para rato y para muchos días.
Las familias nuevamente se juntan, los hombres como que se acostumbraron a andar en la soledad, en la vagancia y extrañan las friegas y el ganar los dólares, los hombres de campo son ponedores, los que llevan el sustento, es la obligación, allá no se conocen de padrotes o huevones de malos hijos y malos padres, lo que se haga en la borrachera es porque no se tiene conciencia pero no por maldad y ellos extrañan los fríos y los calores y los hotdogs y las cervezas y esos campos verdes llenos de vida y de agua, de ganado en las llanuras, de vacas por cientos que son tratadas por máquinas para sacar la leche y hacer la mantequilla o los yogures y los quesos o los envasados para la leche fresca, y esas fábricas donde todo se hace con máquinas y ellos solamente para poner las cosas que se transforman y cargar a las bodegas y camiones, observados por el capataz, y a eso, le llaman modernidad, horas trabajando, horas comiendo rápido, viendo la televisión con la cerveza la lado y la pizza llegando con los amigos y las chorchas y los cigarros, así se va el tiempo, encerrados ,y ahora llegan a sus pueblos y dicen que deben estar encerrados, pero hay mucho que contar, que chismear, que decir, historias y más historias, a los hombres les gusta contar historias y a las mujeres les encanta escuchar y reflexionan de cómo se compartan los hombres y sus sueños se van o llegan y ahí los muchachitos a un lado, no dejando al padre o a la madre o a la abuela, viendo nomás, pelando el ojote y escuchando lo que no se entiende porque no lo han visto.
Que alegría que llegaron y que tristeza por lo que no pudieron llegar ni venir, solamente ellos saben lo que cargan en sus penas que son pesadas, pesan más que los quintales y los bultos de manzana o de nuez o de las cajas de lechugas o de chiles o de tomates, sudan para ocultar las lágrimas y cantan para ocultar los llantos y las tristezas, por eso tocan las guitarras, como que lloran, como que cada nota es una lágrima y cada canto en una historia. Extrañaban las bandas del pueblo y los cohetones en las mañanas y el peregrinar con la virgen o el santo y el olor del copal y la paz de las iglesias y las historias y los rezos y los salmos y los cantos, el peregrinar, así caminan y caminan como para dejar atrás los llantos y las penas, pero al tiempo todo sigue igual. Solo en los tiempos de las fiestas del pueblo que son las fiestas del santo y los mayordomos que gastan para dar de comer y beber a los que llegan y es, el ser mayordomo, un acto de fe y una forma de poder y de imagen de respeto. En las mayordomías todos participan hasta los que no son de la casa sino que son los amigos y dan solidaridad y tequio, llevan también la cerveza o los refrescos o el nixtamal para las tortillas y platos de cartón para la barbacoa y vasitos para el mezcal, antes en los campos de chiles cuando se levantaba la primera cosecha se acostumbraba llevar mezcal para brindar con los jornaleros y los patrones y compradores y como no tenían vasos ni copas cortaban los chiles de la punta y les sacaban las semillas y los usaban para poner el mezcal, por ello, cuando llegaban medios borrachos a las casas se decía que “venían a medios chiles”, haciendo referencia al acto de los campos chileros. Una copita y unas gotas al suelo en señal de agradecimiento a los dones de la tierra y los esfuerzos de los que dejaron el sudor y las lágrimas en cada surco.
Ahora que llegaron los “norteños” los “mojados”, pues los niños se visten de nuevo y las mujeres y las madres estrenan los delantales, esos los ponen para proteger la ropa y como no paran de andar trajinando pues también lo utilizan para limpiarse o secarse las manos , todos sacan las garras nuevas como si fuera fiesta y lo es, no hay encierros porque ahora están juntos y juntos no encerrados se ven lo que no se han visto y se alegran por lo que han llorado, y las madres dicen, como viejas sabias: “pues ahora sí, cuando el señor lo quiera, que me lleve a su lado”…y se escucha la guitarra o los fierros de la banda del pueblo, cantando como llorando, al final, pues, Dios, nunca muere