#Opinión Las tribus de la sobremodernidad

Por: Tania Campos Thomas

Antes, mucho antes, de la llegada a nuestras vidas de la Internet, en los ámbitos académicos se discutía en torno a la llamada “modernidad”: algunos aseguraban que ni siquiera podríamos considerar que la humanidad hubiera transitado a un estadio moderno en su devenir histórico, y otros optaban por considerar irremediable la muerte de los tiempos modernos para dar paso a la “posmodernidad”.

El apogeo de los debates al respecto continuó por un tiempo, pero en cierto momento se cedió ante la construcción teórica, y también ideológica, de la posmodernidad. A riesgo de simplificar más de lo debido, pero en aras de ser lo más clara posible en la explicación de mi postura, declaro aquí mismo que considero que la posmodernidad no es sino la ideología del capitalismo tardío. Por eso mismo me parece que es precisamente en este contexto, marcado por la llamada “globalización”, que ahora mismo debe analizarse el comportamiento de los internautas en las redes sociales virtuales.

Sin referirse a la WEB en particular, el destacado etnólogo francés Marc Augé propuso el concepto “sobremodernidad”, herramienta útil para explicar la época actual y algunos de sus escenarios socioculturales. Para quienes no son especialistas, pero sí usuarios de redes sociales en Internet, resulta interesante conocer y reflexionar en torno a dos características de la sobremodernidad: la inmediatez y la saturación.

La inmediatez en el ciberespacio se encuentra estrechamente relacionada con la hiperconectividad, es decir, con el hecho de que estemos conectados a Internet la mayor parte del día (incluso por la noche). Esta hiperconectividad provoca la sensación de que debemos estar disponibles todo el tiempo para los demás, haciéndonos presentes de manera inmediata en cuanto se nos demanda atención. Augé analiza la saturación como “sobreabundancia de estímulos”. En el caso de las redes sociales virtuales podemos considerar básicamente la saturación de información.

Inmediatez y saturación terminan siendo una dupla peligrosa en las redes sociales virtuales. La sobreabundancia de información, paradójicamente da como resultado la desinformación: ni siquiera sabemos qué de todo lo que leemos, vemos, intercambiamos, es verdad, o al menos no una deliberada mentira. A ello agregue la necesidad creada de responder de inmediato, de hacerse presente ante una demanda de atención: las tribus de la sobremodernidad no tienen tiempo para discriminar entre la excesiva información que reciben, mucho menos para reflexionarla antes de lanzarse al ruedo de las opiniones que no pueden esperar. Quizá es momento de apelar a la calma y al silencio, al derecho de no estar continuamente respondiendo al estímulo, de recuperar paciencia y tranquilidad, de darnos permiso de no saber sobre todos los temas, de no querer opinar todo el tiempo, de perdernos un rato por otras realidades que no sean virtuales, de apagar teléfonos celulares y computadoras, de negarnos a vivir en la sobremodernidad porque ni siquiera hemos logrado ser eso que llaman moderno

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