¡QUE CONSTE,…SON REFLEXIONES!

POR SÓCRATES A. CAMPOS LEMUS.

OAXACA, OAX. 11 DE MARZO DE 2020

Siempre que sueño en playas pienso en esas playas entre Puerto Escondido y Huatulco, es como viajar en ensueños, curvas y curvas van trazando el camino como trazan las sierras el destino oaxaqueño, hay montañas cercanas donde el café y el viento son amables y suben los aromas en los cielos y las estrellas salen en las madrugadas al lado de la luna, todo es como plateado, los granos rojos y vedes de los campos cafetaleros nos hacen recordar cómo se toman las manos los enamorados, los besos cortos y sencillos, las manos tensas de recuerdos y esos vestidos de fiesta que andan entre los arbustos y las nieblas de los montes en las madrugadas y los fríos y calores en cada momento y en cada recodo de los caminos y las fincas, y allá a lo lejos se ven las olas del mar y todos suspiran, todos quieren la sal de la vida, todos quieren las limpias y las flores de pétalos rojos para limpiar los cuerpos y el alma, sacar los malos soplos y llamar las buenas vibras ,y el mar como que todo lo limpia y se lleva lejos y profundos los malos recuerdos y los malestares del alma, son como lágrimas en serio, en abundancia.

Andar en esos campos y sentir los petates del secado de los granos y oler el café tostado y recién molido puesto en el agua de la olla de barro y sacada del chorrito que cae. juntando el rocío, es como magia pura, uno puede estar en ese silencio que llora, sentir las nostalgias de los tiempos idos o de los amores perdidos o de la niebla que todo lo confunde y hace aparecer el nahual y el tonal por los caminos, y las pláticas de las viejas con los espíritus y los espantos torteando las masas para hacer tortillas o pan, y sentir el calor de las brasas y ver las flamas bailarinas como los viejos recuerdos de las cuenta cuentos, y que si la vieja salía en el camino para los que se portaban mal y los tomaba en su regazo y los llevaba a los montes para el bien morir o el perderse para siempre en los recuerdos y los borbotones de ansias de esos enamorados que se llevaron a las chicas y ya jamás volvieron, y las madres esperando que algún día llegaran con el chilpayate en sus brazos y escuchar a la abuela entre sus labios y para eso tienen el delantal, no solo es para adornar el cuerpo, es para limpiar el llanto o la cara o sacar el comal o limpiar la mano, tiene todos los usos y las costumbres de las viejas y así se van pasando las ideas que hacen las costumbres, y ahí andan los escuincles llorando o jugando o comiendo o corriendo ante todo y la nada.

Los montes también tienen árboles de canela y de pimienta y de flores y maderas que no se pican ni apolillan, de olores fuertes que perduran, colores rojizos y amarillos o rosas como el palo del color de la guayaba y el olor del olinalá como afrutado y que se lleva en el alma; las viejas toman las sidras y las cáscaras de naranjo o de mandarina y las enredan entre trapos y las colocan amorosamente entre sábanas y almohadones para darles olor a los sueños y que no vengan los malos y las pesadillas, también recogen las flores y las meten en el aguardiente de la caña o en las botellas de mezcal, sirven para todo mal y para todo bien, cada trago es como una limpia y cuando pasa el huevo por la piel y se soplan con mezcales para espantar los malos espíritus que dañan los cuerpos y ponen tristes a los enfermos, seguramente le echaron el ojo por no llevar el hilo rojo y se le dio el empacho porque el muchachito quería más y más y lo dejaron, pero el mal de ojo se cura con el huevo y es la fe y el encanto el que hace la magia de la salud, así es en todo el campo.

Cuando las fiestas todos se alegran y esperan porque saben esperar, allá, los tiempos son lentos y las esperas se dejan ver por las arrugas y los suspiros de los viejos, cigarro de hoja maíz, totomoxtle y las florecitas que no se mueren, las siempre vivas, y los algodones de sabores y colores y las manzanas de dulce y los mangos con chile y las empanadas de dulce y las nueces en semitas y el chocolate espumosos o el atole ,y todo es comer y fiesta, a lo mejor, por el hambre y la tristeza. En el campo la pobreza pega fuerte y el hambre duele, por eso en las fiestas todo es comer y beber porque puede ser lo último que se pueda hacer bien y uno quiere llenar el vacío de dentro más que el de fuera, las manos callosas y las piernas secas y resecas del polvo del camino y el agua fresca del riachuelo y la gallina pelona y el guajolote gritón y agresivo y el chivo que golpea y el borrego que espera la muerte para la barbacoa de la fiesta o la res o las gallinas, y en la muerte pues la comida y la llenadera y la fiesta y el baile y la música y la esperanza de lo nuevo y el pensar en el casorio y  en el petate y el metate, pues para eso se vive, para ser más en las noches de amor y de frío.

Oaxaca siempre es fiesta, siempre hay baile y canto, comida para todos hasta para los desconocidos que se hacen amigos en el plato y las risas y el comal y el mezcal o la cerveza o el agua fresca, así se van juntando los días hasta llegar a la GUELAGUETZA, donde todos dan y agradecen a la madre tierra, la que del polvo se da y al polvo se regresa, la cama de todos al final del tiempo y de la vida, por eso hay que dejar la huella en la fiesta, dar el buen dar a todos de todos los días, dar la sonrisa y el buen día con el Dios les bendiga, así se camina por las calles y veredas de Oaxaca, siempre hay con quién platicar y placear, esto es como la magia que envuelve a todos los rumbos, y por eso, los indios se refugiaron en sus valles y montañas y permanecieron en sus zonas de refugio que ahora son las zonas de la raíz y de las alas, por eso, volver siempre a Oaxaca es como volver de la muerte a la vida, por esa magia que tienen  en todas las casas… y uno ,pues, lo vive y lo vibra.

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