
¡QUE CONSTE… SON REFLEXIONES!
POR: SÓCRATES A. CAMPOS LEMUS.
Oaxaca, 4 de marzo de 2020.
No hay duda de que como dice el dicho: ¡golpe que va derecho aunque se trate de esquivar le da a uno! Y no se trata de golpes de vida o físicos, la verdad es que hay golpes que dan mucha satisfacción, hoy, estoy en uno de ellos, empiezo en este nuevo portal de noticias con enorme alegría, como jovencito que además lo vengo siendo porque lo estoy sintiendo. Oaxaca es un sitio de magia, color y sabor, me encanta, y por ello estoy en el mismo desde hace mucho tiempo, quizá debí venir antes, pero la vida no deja hacer todo lo que uno quiere sino a su tiempo y con su circunstancia, y bueno, ando en este paraíso desde hace muchos años y me siento rejuvenecido y bendecido, es la realidad.
Hace muchos años llegué a unos sitios de Oaxaca, he tenido la alegría de recorrer muchos puntos en estas serranías y valles que encantan. La magia de los hongos y la vida siempre viva de María Sabina, nos deja un canto de esperanza en todo lo que hay en estas tierras, ¿cómo es posible que una indígena, pobre de bienes y rica de conocimientos y amor, analfabeta de letras y llena de sabiduría en su ser y cantos y ceremonias, y en la búsqueda de los hongos que hablan y hacen hablar, tuvo entre los suyos a los hombres y mujeres más importantes de la época? y con ellos, en sus encantos y ceremonia llevó el conocimiento de OAXACA AL MUNDO, LA VERDAD ES QUE, María Sabina, debería ser recordada como lo es en el corazón de muchos en la historia de Oaxaca, en su magia que es inmensa, en sus sueños y humitos, en sus viajes de esperanza, y qué bueno que en esos tiempos llegué a Oaxaca, qué bueno que entendía que los hongos no eran drogas sino puertas en el conocimiento y así, muchos, pero muchos, pudimos abrirnos a los nuevos tiempos.
También en esos andares llegué al Istmo, primero a Salina Cruz y ahí, en Salinas del Marqués estuve en el hotelito de Beto Mole, un hombre extraordinario que también llegaba después de varias experiencias porque había sido cocinero de algunos barcos que cruzaban el Pacífico y de pronto lanzó sus anclas y se quedó cercano a las olas y los vientos, y con él llegué un buen día después de visitar la refinería con mi amigo Alfredo López Ramos y me quedé enamorado del viento y de sus olas por muchos días, escribiendo y saboreando las arenas de playas y las sales de mar que daban vida a la explotación de las salinas, ahí, entendí que Oaxaca son muchos Oaxacas, que cada sitio tiene su magia y sus tiempos, sus sonidos, sus comidas, sus sabores, sus olores, sus colores y esa magia que envuelve y sostiene por años a las gentes en una vida buena y nueva cada día. Ahí entendí que el Tequio no solo es de trabajo y esfuerzo, sino de fiesta y de amigos y serios encuentros y fraternos actos solidarios, ahí se llegó al mercado para entender eso de Güerito: “esto es bueno para que hagas el amor” ,y todo viaja en el tiempo, me encanta el Istmo, me encantan sus cantos y sus colores y las formas y los tequios de fiestas y de Santos y bodas, y los vestidos llenos de flores y de solemnidad, de belleza, de humildad y grandeza. Qué bueno es andar en los caminos de vida donde uno va viendo siempre algo nuevo, muchas cosas e historias que se tejen como con lenguajes cortados, como molotes de plátano y esos guisos llenos de grasas buenas y olorosas y exquisitas y los totopos y las gracias de sus jóvenes y la belleza de sus mujeres y la gallardía con la que andan llevando las cosas al mercado.
Y las historias de muxes y el impacto que causan y es por ello que ahí nadie se asombra ni se avergüenza de que en las familias existan muxes, al contrario, son los que al final de la vida se quedan para atender a los viejos y ellos o ellas cargan con las historias personales y los secretos, no son los chismes ni las habladas, son las cosas serias del amor y del canto de lo que hablan, de sus historias y de sus ilusiones y sufrimientos porque sufren en sus secretos, eso es como especial en el Istmo, y pues, solas o solos bailan en fiestas y ceremonias y se imponen a una sociedad y ahí están orgullosos u orgullosas de ser como son y de ser como van…y de pronto, las historias de los “Tecos valientes” o de Juana Cata, esa mujer que embrujó a muchos y dicen que, también, a Porfirio Díaz, en fin los cuentos de los pueblos son como las magias y sus almas, los sostienen en todos los recuerdos y cada uno tiene una visión y un cambio en los mismos, pero ahí están las almas que vagan con los fuertes vientos…
Y ahí ,en Yagul, en el valle de Tlacolula, visitando ese mercado festivo, alharaquiento, ruidoso, lleno de fiestas y de suspiros, de esperanzas y trueques y sus olores de fritangas y tamales y atoles y café con tasajo de hebra con chiles de agua, y a veces, un buen mezcal de esos de allá, donde el mezcal se toma con respeto porque es en verdad una bebida sagrada, sacapalabras o llantos o recuerdos o carcajadas, y los suspiros de lo que no se tiene y se desea como la paz en el alma. Ahí, en Tlacolula, se siente la magia, el copal en todos lados, unos pedazos como oro, otros negros de olor especial y que bañan el alma y tranquilizan y calman y perdonan los pecados y secan las lágrimas. De ahí, a Yagul ,con sus misterios y subir a sus puestos de vigilancia es tener la tierra a tus pies y el viento en el rostro y las montañas azules y los misterios y los colibrís revoloteando entre los copales y las ramas, y encontré una piedra mágica y me ancló el alma, Yagul, siempre está en mi mente y en mis sueños, es sus cuevas y sus misterios, y cada vez que lo veo en sueños me alegra el alma, es como el descanso antes de llegar a Mitla la ciudad de los muertos o de los vivos con sus cortes en piedras que nadie explica ni sus figuras, que nadie entiende sino es con los ojos del alma, todo en Oaxaca se tiene que explicar con el corazón. Los ojos solo muestran, pero se ve dentro de cada uno y se huele la magia y su misterios y yo, por supuesto, estoy feliz y alegre, más hoy, porque empiezo una nueva historia…