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Desde hace no mucho tiempo las flores comestibles han llamado la atención a los chefs de alta cocina. Sin embargo, en México la costumbre de comer flores no es nada nuevo, incluso se remonta a la época prehispánica y es más bien propia de la tradición culinaria popular. Ejemplo de esto es el uso de la Rosita de Cacao, la flor que da el sabor característico al refrescante Tejate, bebida tradicional de la Región de los Valles en Oaxaca que incluye también masa, cacao, hueso de mamey y maíz cocido en agua con ceniza.
La Rosita de Cacao no es la flor del cacao, como suele creerse, sino de un árbol llamado cacahuaxóchitl, cuya flor tiene un sabor parecido al de la nuez de macadamia; una de las características por las que se le aprecia es que es muy aromada: todo a su alrededor huele a ella, nunca pasa desapercibida el agradable aroma que desprende, incluso años estando marchita, razón por la cual es costumbre ponerla sobre las tumbas a manera de olorosa ofrenda, además de ser usada en la industria de la perfumería. Sus flores son blancas, pero cuando se marchitan se vuelven rojas, una peculiaridad más por la cual esta flor es considerada exótica.
El nombre científico del Cacahuaxóchitl es Quaribea funebris, de ahí que también se le conozca como árbol fúnebre. Este árbol es originario de México, aunque también se le encuentra en algunos países de Centroamérica (Guatemala, Belice, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica). El Cacahuaxóchitl es de hoja perenne y suele nacer junto a los arroyos en regiones cálidas, tiene una amplia distribución en las selvas altas perennifolias de Veracruz, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Oaxaca. Aunque la totalidad del árbol es comestible, las hojas y tallos son usados más bien con fines curativos, y únicamente en Oaxaca se le rinde honores culinariamente al haberla hecho famosa como ingrediente del tejate.